El Pinche Güey por Prem Dayal Prem Dayal

La importancia de reconectar con tu niño interior es inmensa. Fundamentalmente, porque aquel niño o niña que fuimos todos alguna vez -sea por represión y/o condiciones impuestas por la sociedad- difícilmente tuvo la libertad de expresar su autenticidad e inocencia tal cual era. Ese niño, en realidad, guarda la esencia y el perfume de tu individualidad. Solamente desde el poder y el coraje de un adulto con recursos y la disposición necesaria, el niño puede ser sanado, saldando las "cuentas pendientes" que el tiempo fue relegando en importancia e intercambiando por una de los tantos roles que la sociedad nos impone de cumplir.

Hay palabras que tienen un destino infame. Palabras como dios, amor o meditación han sufrido, en el curso de los años, la violencia de ser adaptadas para interpretar significados a menudo incongruentes o hasta contradictorios respecto al propósito por el cual nacieron. Una de estas palabras de destino complicado, ha sido la palabra tantra. El problema con esta palabra es que está relacionada con el sexo, y cuando los humanos escuchan hablar de sexo no entienden nada y siempre hacen grandes relajos. Aquí aunamos en los dos grandes malentendidos de la palabra Tantra.

Si tú no sabes nada, significa que no hay limites a tu comprensión. Si tú das por sentado que sabes algo, ya has creado un límite a tu comprensión. En cambio, si tú no sabes nada, en realidad abres la puerta a la posibilidad de conocer lo incognoscible, lo misterioso. Y ese es el lenguaje de un místico. 

Si tú eres un Freudiano y conoces bien Freud, tu límite es Freud. Si tú no eres nada, eres disponible a percibir todas las facetas que todas las escuelas han encerrado en una sola definición, en un sistema. Quien cree de saber, sabe muy poco; quien se da cuenta de que no sabe nada, no digo que lo sabe todo, pero tiene acceso al archivo universal. 

Si tú logras transformar cualquier acción que realices en tu trabajo, en un acto de amor, te sentirás bendecido de poder realizar el trabajo que haces. Cualquier trabajo que realices se tendría que convertir en tu rezo. Si tú trabajas para el dinero, eres simplemente un esclavo, aun si eres el presidente, si la finalidad de tu trabajo es el dinero o el poder o cualquier otro tipo de recompensa, eres un negociante, un esclavo. Y digo esclavo porque tú vendes una parte de tu vida a cambio de algo. Al contrario, cuando tú transformas tu trabajo en rezo, cuando lo transformas en un acto de amor, en tu servicio hacia este grande misterio que se llama existencia, te vuelves libre, te vuelves un amante, un místico. 

Si la gente supiera y entendiera lo que es la meditación, es muy fácil transformar cualquier acción de tu vida en una oportunidad de ser meditativo. Hasta transformar tu vida completa en una meditación.  

En las familias se espera que todos cumplan un rol. Tristemente, es algo socialmente aceptado. Todos tienen una expectativa de ti. En la familia también entra una relación comercial, en la cual tú no eres más un ser humano, eres una mercancía que tienes que funcionar en acuerdo o al precio al cual te compran. O en acuerdo a la prepotencia con la cual te dominan. Pero, no todo está perdido. La meditación es una puerta para salir de estas interacciones que nos hacen infelices.