No ahogarse en la tristeza ni embriagarse en la alegría; busquemos la libertad interior porque todo lo que llega pasa. Tengamos espíritu prudencia en el trato interpersonal porque cada uno vive su propio tiempo.
No pretendas agarrar el río con las manos, aférrate a Quien permanece y una vez que estés unido a Dios podrás vivir con sabiduría, a utilizar responsablemente las cosas que se acaban.