Orden de traslado Ezequiel Zaidenwerg
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- Arts
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Poemas en voz alta.
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El pino (Beatriz Vignoli, por Federico Naguil)
Apagué los motores
y anduve a la deriva
¿cuántos años anduve
a la deriva, el motor apagado, ni
impulso ni gobierno, sin dirección?
Me recuerdo leyendo neones
a la vera de avenidas
desiertas. ¿Cómo pudo
nevarme encima todo este cansancio?
¿Cómo pudo acumularse, quedar ahí toda la vida?
Sacudo la cabeza como un pino. La nieve
no se va. -
El camino del muñeco de nieve (Choi Seung-Ho, por Priscilla Valone)
Que el muñeco de hielo se derrita
significa que el muñeco de hielo se quema,
que se queme
significa que el muñeco de hielo se está volviendo ceniza.
La ceniza es agua
blanca ceniza
la ceniza que no puede volverse más blanca, es agua.
En el arroyo fluye ceniza blanca
el muñeco de nieve retumba tambor acuario
fluye por el río, el mar y la Vía Láctea.
Que fluya
significa que regresa
y el que regrese significa que en ningún lugar
puede permanecer por mucho tiempo. -
Retratos de Kolima (Varlam Shalamov, por Malala Lekander)
Si se sigue tras los pasos del primer hombre, huella a huella, se formará un sendero visible pero difícilmente transitable y estrecho: una trocha y no un camino,
lleno de hoyos por los cuales es más difícil avanzar que por la nieve virgen.
El trabajo más duro es para el primero, y cuando a éste se le agotan las fuerzas, lo reemplaza otro, de aquel mismo quinteto de cabeza.
De entre los que siguen los pasos del primero, cada uno de ellos, incluso el más pequeño, el más débil, debe pisar un pedazo del manto nevado, y no alguna otra huella.
Y sobre los tractores y a caballo no viajan los escritores, sino los lectores.
(Fragmento) -
La señal (Anahí Lazzaroni, por María Laura Ise)
Ahora que estás ahí
el mundo dejó de ser una batalla.
Es como si a través de la palabra escrita,
me enseñaras que el sosiego puede ser hallado.
Escribimos sobre el paisaje de la ciudad.
Escribimos sobre este invierno
y las ramas de los árboles
y el viento que las mueve.
Pero vos lo sabés, en el fondo
siempre estamos escribiendo de otra cosa.
La palabra nieve es una buena contraseña. -
Al detenerse junto al bosque una noche que nieva (Robert Frost, por Paula Zucchello)
Creo que sé de quién es este bosque.
Pero, como su casa está en el pueblo,
no va a advertir que me detengo acá
a ver cómo en su bosque cae la nieve.
Mi caballito ha de pensar que es raro
hacer un alto en medio de la nada,
entre el bosque y el lago que se heló,
la noche más oscura de este año.
Sacude los cencerros del arnés,
preguntando si no hay algún error.
Fuera de eso, únicamente se oye
el viento suave y la mullida nieve.
Qué hermoso el bosque, oscuro y bien tupido,
pero quedan promesas por cumplir
y kilómetros antes de dormir,
y kilómetros antes de dormir. -
Un don (Denise Levertov, por Mariana Vega)
Cuando sentís que sos
apenas una frágil telaraña
de preguntas, recibís
las preguntas de los otros
para que las sostengas en el hueco
entre las manos juntas, los huevos de algún pájaro
cantor que todavía son capaces
de romper el cascarón si les das calorcito,
mariposas que se abren y se cierran
en el cuenco de las manos, confiando
en que no vas a dañar su pelaje
centelleante, su polvo.
Recibís las preguntas de los otros
como si fueran las respuestas
a todo aquello que te preguntabas. A lo mejor
el don sea tu respuesta.