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«Hermanos, yo no pude hablarles como a personas espirituales sino como a gente carnal, como a niños en Cristo. Les di a beber leche, pues no eran capaces de asimilar alimento sólido, ni lo son todavía, porque aún son gente carnal. Pues mientras haya entre ustedes celos, contiendas y divisiones, serán gente carnal y vivirán según criterios humanos»
(1 Corintios 3:1-3) Los celos, las contiendas y las divisiones habían hecho a los cristianos de Corinto volver al estado natural, o carnal, en que estaban antes de haber nacido de nuevo. Esto había impedido su crecimiento espiritual de tal forma que no podían entender lo que el apóstol Pablo quería enseñarles.
Satanás ha enviado hoy ese mismo espíritu de disensión entre nosotros, porque sabe que una casa dividida contra sí misma no permanecerá. También sabe que si todos nos unimos en fe, llegaremos a la estatura de la plenitud de Cristo Jesús (Efesios 4:13). Por ese motivo, él ha encargado a un espíritu de contienda que opere en nuestra vida personal, en la vida de nuestras iglesias, en nuestra vida social y en nuestros hogares. El enemigo se propone hacer lo mismo que hizo en Corinto: despertar celos, contiendas y divisiones para detener nuestro crecimiento espiritual.
Pero no debemos permitir que ese espíritu nos gobierne. Al contrario, Pablo nos dice que: «…profesemos la verdad en amor y crezcamos en todo en Cristo, que es la cabeza» (Efesios 4:15).
Compara las siguientes frases: para que profesemos la verdad “en amor”, con “celos, contiendas y disensiones”. Son diametralmente opuestas, ¿correcto? Tú no puedes hacer ambas cosas a la vez. Hablar la verdad en amor te hará crecer; pero pelear y apartarte te hará volver a la inmadurez.
No dejes que satanás detenga tu crecimiento espiritual al ceder al espíritu de división. Por el contrario, habla la verdad en amor y “¡crece en todo en Cristo!”.
Lectura bíblica: Santiago 4:1-11
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