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«¡Que todo lo que respira alabe al Señor! ¡Aleluya!»
(Salmos 150:6) Fuimos creados para alabar a Dios. Muchas personas no saben eso. Cuando la alabanza comienza en los servicios, se sientan atrás y dicen: “No me siento cómodo con todos esos cantos y gritos. Creo que la alabanza no va conmigo”.
¡Sí, debería gustarte! Según la Biblia, si respiras, fuiste creado para alabar.
No trates de evadir el tema con la excusa de que alabas en tu corazón. Eso no es suficiente. ¡La Palabra nos dice que también necesitas tenerla en tu boca! (Salmos 34:1). También leemos en Salmos 132:16 que “sus santos darán voces de júbilo”. Por lo tanto no puedes dar voces de júbilo y guardar silencio al mismo tiempo.
Cuando empieces a alabar por primera vez, quizás te parezca extraño; pero si lo haces con frecuencia, se convertirá en un estilo de vida. ¿Por qué? Porque la alabanza no sólo hace que la gloria de Dios se manifieste en tu vida, sino también que andes a la luz de Su rostro (Salmos 89:15). ¡La alabanza empezará un avivamiento en tu vida!
“Pero, Gloria, si empiezo a alabar de esa manera, la gente pensará que soy un fanático”.
Bueno, ¡genial! ¿Sabías que todo avivamiento que se ha experimentado en el mundo ha venido por gente consideraba por otros como fanática? Dios hace las cosas de una manera diferente a cómo las hace el mundo. Por esa razón, cuando te despojas de tus prejuicios y dejas que el Espíritu de Dios actúe por medio de tu vida, la gente que no conoce los caminos de Dios pensará que eres extraño. Sin embargo, ¡Dios pensará que eres especial!
Por lo tanto, no te limites a alabar a Dios sólo en la iglesia. Alábalo también en tu tiempo privado de oración y durante todo el día. Aprende a mantener una actitud de alabanza y acción de gracias. Cuando la alabanza sea algo natural en tu vida de oración privada, te parecerá más fácil alabar a Dios en las reuniones de la iglesia.
¿Anhelas un avivamiento de la presencia de Dios en tu vida? ¿Estás cansado de oír acerca de las manifestaciones del poder de Dios en el pasado? Entonces, abre tu boca y tu corazón, y cumple con el propósito por el cual Dios te creó: ¡Alaba!.
Lectura bíblica: Salmo 150
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