Había una vez una rusa llamada Katya y un ucraniano llamado Dimitri que se conocieron en una partida de ajedrez en la calle Alcalá de Madrid. Ambos eran expertos jugadores de ajedrez y su pasión por el juego los unió desde el primer momento. Katya y Dimitri comenzaron a jugar juntos regularmente en la calle Alcalá. A medida que pasaban los días, empezaron a conocerse mejor y a hablar más allá del tablero de ajedrez. Descubrieron que tenían mucho en común, incluyendo su amor por el ajedrez y su pasión por la cultura eslava. Un día, Dimitri invitó a Katya a un concierto de música clásica en el Teatro Real de Madrid. Durante el concierto, compartieron sus historias y experiencias mientras disfrutaban de la música en vivo. Katya se sintió atraída por la personalidad encantadora de Dimitri y su inteligencia, mientras que Dimitri se sintió atraído por la belleza y el talento de Katya. Después del concierto, Dimitri y Katya pasearon por la calle Alcalá, hablando y riendo juntos. Se dieron cuenta de que habían comenzado a enamorarse el uno del otro. Cada vez que se encontraban para jugar al ajedrez, sus partidas se convertían en una excusa para pasar tiempo juntos. Finalmente, Dimitri decidió que era hora de confesar sus sentimientos a Katya. Le llevó un ramo de flores y le dijo que estaba enamorado de ella. Katya se sintió abrumada por la emoción, pero también se sintió feliz de saber que Dimitri sentía lo mismo por ella. Desde entonces, Dimitri y Katya continuaron jugando al ajedrez juntos en la calle Alcalá, pero ahora como una pareja enamorada. Cada vez que iban a jugar, las personas que pasaban por allí podían ver la chispa de amor en sus ojos y la conexión especial que tenían. Pero la felicidad de la pareja se vio amenazada cuando Dimitri tuvo que regresar a Ucrania debido a un asunto familiar. Katya estaba triste por la partida de su amado, pero prometió esperarlo y seguir jugando al ajedrez en la calle Alcalá en su ausencia. Durante su separación, Dimitri y Katya se mantuvieron en contacto a través de cartas y llamadas telefónicas. Dimitri incluso le envió a Katya un juego de ajedrez hecho a mano desde Ucrania como regalo. Finalmente, Dimitri regresó a Madrid y se reunió con Katya en la calle Alcalá. La pareja se abrazó con lágrimas en los ojos, felices de estar juntos de nuevo. Continuaron jugando al ajedrez juntos y caminando por la calle Alcalá, recordando los momentos felices que habían compartido juntos. Y así fue como una historia de amor y ajedrez comenzó en la calle Alcalá de Madrid, entre una rusa y un ucraniano que encontraron el amor en un juego de estrategia y habilidad, y demostraron que el amor puede superar cualquier obstáculo.José Pardal