Description
Dogen Zenji tuvo la siguiente experiencia cuando estaba en el templo Keitokuji en la Provincia Chekiang, China. Un día que iba a visitar a Myozen, su compañero de viaje que se estaba recuperando de una enfermedad en el hospital, pasó por la Sala del Buda. Allí vió a un viejo monje con la espalda curva como un arco y las cejas blancas como plumas de grulla. El viejo monje secaba hongos sobre las baldosas del patio, uno por uno. En un día tan caluroso este tipo de trabajo no habría sido sencillo ni siquiera para alguien joven, y para un monje de casi setenta años debe resultar muy duro. Al ver esto Dogen, monje joven, se apiadó del viejo hombre y acercándose le preguntó “¿Cuántos años tienes? ”.
El viejo cocinero del templo se detuvo un momento y respondió: "Este año cumpliré sesenta y seis años”.
"Una persona de tu edad no debería estar haciendo este tipo de trabajo; ¿por qué no pides a otra persona que lo haga por ti?”, sugirió Dogen, preocupado.
“Los otros no son yo”, respondió el cocinero con dureza. Dogen sentiría que un puñal le clavaba el pecho.
“Eso es cierto, pero, ¿por qué no descansas un poco? No deberías abusar de tu cuerpo”, replicó Dogen de forma bondadosa.
El viejo cocinero del templo respondió con firmeza: “¿Qué otro momento debería esperar?”, y continuó con su labor. Este segundo puñal penetró aún más profundamente que el primero. Las palabras del monje eran verdaderas joyas, y cada una hizo eco en el interior de Dogen, quien se sintió incapaz de decir nada más.
Más tarde escribió: “Abandoné el intento. Pero mientras caminaba por el pasillo me di cuenta en mi interior de la importante función de su trabajo”.
Fuente: https://global.sotozen-net.or.jp/spa/library/stories/book7.html