Tu Tiempo con el Número Uno. 4a Temporada. 25 Octubre. El fariseo condena, Jesús, libera. Juan 8:4-5 NVI le dijeron a Jesús: —Maestro, a esta mujer se le ha sorprendido en el acto mismo de adulterio. [5] En la ley Moisés nos ordenó apedrear a tales mujeres. ¿Tú qué dices? Todavía en esta época podemos ver muchas personas que aun siendo creyentes, no hacen mas que juzgar, señalar, culpar y poner en evidencia la debilidad de los demás, como si esa actitud fuera la que realmente Dios nos pide que tengamos. Enmascarados de solemnidad o de una falsa hipocresía, nos permitimos mirar a los demás con tristeza por lo que les pasó y con ello, nos hacemos superiores a ellos en una falsa humildad que Dios detesta. Este cuadro aun no termina ahí, porque en el peor de los casos, todavía vemos en muchas iglesias la tan mal llamada disciplina, que no es mas que un escarnio público que exalta la debilidad, la culpa o el pecado de quienes han tenido un momento de debilidad y con ello, esta peligrosa disciplina vuelve a hacer mucho mas daño que provecho en la construcción de una relación, que como lo dice el verso de hoy, no admite mas señalamiento ni sanción humana por encima de la de Dios. Definitivamente necesitamos comprender y adoptar cada vez mas el modelo Jesús, que de la misma manera sigue obrando hoy en nuestras vidas, como lo hizo con la mujer que estos personajes le llevaron para que la lapidara, y con ello entender que todo lo bueno que hemos recibido de Dios es para que de lo que hemos recibido, de eso mismo podamos dar. La pregunta final que nos queda por hacer es ¿Sigo siendo un fariseo que condena, o mas bien cada día me parezco más a Jesús que trae libertad? Vamos a orar, Perdónanos señor por pretender ser jueces de nuestro hermano, pues no hemos recibido mas de ti que gracia, y aun así seguimos despellejándonos entre nosotros mismos con hálitos de suficiencia y superioridad...te ruego que me ayudes a ser instrumento de amor y de gracia en tus manos y no instrumento de juicio ni degradación ni mucho menos vergüenza para nadie. Gracias porque tu no me has avergonzado nunca ni has expuesto mis debilidades y mas bien me has amado, me has perdonado y me has limpiado el camino para que siga delante de tu mano. permíteme Señor hacer lo mismo en toda mi vida y con todas las personas que conozco y amo, en el nombre de Jesús amen.