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En los últimos 16 meses, más de un millón de personas han ingresado a Colombia desde Venezuela, huyendo de la crisis económica y política. En el primer capítulo de este reportaje, los llevamos a La Parada, el barrio que colinda con el Puente internacional Simón Bolivar entre los dos países. Una burbuja tensa en la que se concentran las carencias económicas, sociales y de seguridad de la región fronteriza. Estamos ahora en Cúcuta, la capital regional, donde los venezolanos se enfrentan a la dificultad de encontrar un trabajo, acceder a servicios de salud y al rechazo de parte de la sociedad.
Un reportaje de Lucile Gimberg, con la realización técnica de Pierre Zanutto y la selección musical de Paula Estañol.
Cerca del centro comercial Ventura, en Cúcuta, John Merméndez, de 28 años, toca la trompeta con su grupo de mariachis. Todos son venezolanos. Llegaron hace un mes desde el estado de Portuguesa, a 600 kilómetros, en busca de un futuro mejor para sus familias. "Para los cumpleaños, la gente prefiere comprar una torta o hacer para comer que pagar a un mariachi, entonces ya no teníamos trabajo", explica John. Hasta el momento ha podido enviar dinero a su familia. "Si nos va mejor, la idea más adelante es traérnoslos para que no nos haga tanta falta", confiesa.
Familias separadas por la migración, como la de John, hoy hay cientos de miles. En las veredas de Cúcuta, hombres, mujeres, a veces solas con sus bebés, buscan generar algún ingreso vendiendo lo que pueden. "Generalmente estas calles se inundan de vendedores ambulantes y personas que piden dinero, y que son venezolanos", relata el periodista local Charli Spansky. Arriba, en el patio de comidas del centro comercial rutilante, los venezolanos más acomodados hacen escala para almorzar antes de tomar el avión rumbo a otros países de la región como Perú o Chile.
Falta de trabajo y humillaciones
La mayoría de los migrantes venezolanos ven a Cúcuta como una cuidad de paso, una etapa en su éxodo. Pero por falta de dinero y de oportunidades, muchos se quedan aquí estancados. En la Fundación 'Cúcuta Censurados', tenemos cita con dos jóvenes venezolanas.
De apenas 19 años, Brittany y Valentina llevan un año en Colombia y se han topado con la dificultad de encontrar un trabajo en una ciudad donde el desempleo es uno de los más altos del país. "No planeábamos quedarnos en Cúcuta, pero se está haciendo demasiado esforzado, nos conseguimos trabajo como pensábamos y uno recibe humillaciones", relata Valentina. "Más de un colombiano no ha querido contratarnos porque estamos indocumentadas", prosigue Brittany. "Vas a buscar u trabajo y te tratan mal, te dicen groserías", añade Valentina.
Los migrantes venezolanos llegan en un momento en el que han empezado las vacas flacas en Colombia, con un crecimiento más lento, explica Mario Zambrano, economista de la Universidad Libre de Cúcuta, "y peor aún en la frontera". Norte de Santander ostenta "una estructura económica que no genera empleo, una mala calidad del empleo y una actividad económica muy débil", precisa el especialista de la región fronteriza. "Los venezolanos no encuentran empleo y entonces la válvula de escape es la informalidad", agrega.
La violencia de la calle
La falta de trabajo, el apuro por pagar el arriendo, la comida y mandar remesas no dieron otra opción a Brittany y Valentina. Desde hace unos meses, las dos casi adolescentes venden su cuerpo en una plaza de Cúcuta, de las 6 de la mañana hasta las 10 de la noche. "Eso no es vida, para una mujer eso es lo más difícil que puede existir", murmura Valentina.
La panza de Brittany tensa al máximo su vestido negro y ajustado. Su última ecografía data de hace varios meses. "La salud es una necesidad gigantesca", subraya Juan Carlos Archilla, director de la Fundación "Cúcuta censurados", que ayuda a personas vulne