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En Costa Rica, nicaragüenses afincados en el país se organizan para acoger a sus compatriotas, que huyen de la represión del régimen de Daniel Ortega. Maïwenn Bordron recogió en el lugar el testimonio de refugiados y quienes organizan la solidaridad del lado costarricense de la frontera.
La última semana de 2018, la Organización de Estados Americanos (OEA), inició el proceso para aplicar la Carta democrática a Nicaragua, lo que podría acabar con la suspensión del país del organismo. Es un instrumento jurídico que permite impedir la alteración del orden democrático en Latinoamérica. El presidente nicaragüense Daniel Ortega está acusado de crímenes de lesa humanidad, por varias organizaciones. En abril, estalló un movimiento de protesta civil, violentamente reprimido por el gobierno. Según la Asociación nicaragüense pro-derechos humanos, 550 persones fueron matadas desde el principio de las manifestaciones. Frente a la represión, las intimidaciones, las detenciones y ejecuciones arbitrarias, miles de nicaragüenses buscaron refugio en Costa Rica. Eligen preferentemente este país vecino ya que viven allá muchos nicaragüenses que les pueden ayudar en el exilio.
Upala es una pequeña ciudad en el Norte de Costa Rica, a unos kilómetros sólo de la frontera con Nicaragua. Es una ciudad por la cual pasan muchos refugiados nicaragüenses, ya que la frontera es muy porosa. Es también por esa razón que el ACNUR, (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) decidió abrir aquí en Upala una nueva oficina para gestionar mejor las llegadas de refugiados nicaragüenses en Costa Rica.
En el día de s inauguración, se encuentran oficiales, representantes del Estado, y también miembros de la comunidad nicaragüense, que tiene un papel muy importante en la acogida de los refugiados.
“El problema con los refugiados es que nos están llegando mucho y tenemos que andar haciendo los tramites con ellos, tenemos coordinar con migración o cualquier institución que a nosotros nos apoye”, explica Vicenta González, una partera nicaragüense afincada en Costa Rica desde hace 50 años.
“Estamos dispuestos en la zona norte a trabajar. Tenemos un grupo de mujeres de prevención de violencia, a raíz de eso ellos llegan buscando refugio buscando quien les apoye, les ayude, viendo cómo podemos coordinar las cosas para llevarlos a los centros. Porque ellos llegan golpeados, con hambre, mojados, o dicen que durmieron en las montañas, los vienen persiguiendo, ellos se sienten perseguidos en su lugar por eso han salido de Nicaragua”, explica.
"Le pegaron un tiro en la cabeza, eso era muy duro"
A unos kilómetros de esta nueva oficina del ACNUR recién inaugurada, vive una familia de refugiados nicaragüenses. Se instalaron en el barrio de Los Ángeles en una casita de madera, gracias a la ayuda de Johanna, otro miembro de la comunidad “nica”, como se les dice.
“Nos vinimos de Nicaragua la situación esta allá pasando en Nicaragua muy dura, nos vinimos. Tengo tres chiquitos, el más grande tiene 11 años, y los dos chiquitos que tengo aquí, son tres, somos cinco en la familia con mi marido”, cuenta Adelaida Saballo Oporta.
“Llegamos el 30 de mayo. Estaba feo cuando estábamos allá, nosotros vinimos de Managua, por lo que estaba pasando. Había muchas muertes, de gente, de chiquitos. Tenemos tres chiquitos, me daba miedo, mi marido pasaba agua a los que estaban en los tranques [bloqueos de rutas y caminos]. Tal vez, usted sepa que llegaban sacando gente de donde estaban de las casas. Teníamos miedo porque donde vivíamos mataron a un vecino, un chiquito como mi bebe, le pegaron un balazo en la cabeza, eso era muy duro”, cuenta a RFI.
3Doña Johanna nos ayudó con lo de la orientación, como íbamos ir a sacar la cita para ir a buscar el refugio. Le agradecemos a ella, es la que ando dand