La gatita que no quería bañarse.  ¡Corramos, saltemos, bailemos ! Gritaba la gatita Borlita. Y es que ella era una una gatita muy juguetona. Si tú la buscabas, la podías encontrar siempre jugando... ¡entre la basura!  ¡Borlita! ¡Es hora del baño! Le gritó su mamá gatito, pero Borlita estaba tan divertida en su juego que no pretendía bañarse. ¡No! respondió tajante: ¡No me voy a bañar!  Y así la gatita rebelde siguió jugando en la mugre.  Pasaron los días... y mamá gatita seguía llamando a gritos a Borlita para su baño, y ella seguía con la misma respuesta. Un rotundo no. Mamá gatito sabía que una de las mejores formas de educar a su pequeña Borlita era enseñándole las consecuencias de las decisiones que tomaba, así que decidió dejarla en paz por un buen rato. Y así transcurrió el tiempo, hasta que uno de esos días, Borlita empezó a sentir mucha comezón en todo el cuerpo. Era tan intensa que no paraba de bailar por el picor, quería correr pero no podía, solo podía bailar por la picazón, quería jugar pero no podía. ¡Sólo podía bailar de comezón! Ese baile ya no era nada divertido.  Entonces bailó y bailó, hasta que de alguna manera pudo llegar con su mamá a pedirle un gran favor: Que le enseñara cómo bañarse, ya que ella quería dejar de sentir esa comezón. Mamá gatito entonces le enseñó a su pequeña cómo deben bañarse todos los gatitos. Y al final, Borlita aprendió algo muy importante: Que siempre existen consecuencias por las decisiones que tomamos.