En este episodio de #MalDormidas, compartimos una charla divertida y profunda sobre la importante y compleja decisión de elegir a los padrinos de nuestros hijos. La conversación se centra en cómo este rol, tan significativo para la vida de nuestros niños, va más allá de la formalidad y de la ceremonia religiosa, abordando temas de vínculos familiares, amistad, distancia y compromisos duraderos. Al comenzar, hablamos de nuestras propias experiencias como madrinas y lo que significa para nosotras asumir ese papel. Clara recuerda con cariño cómo fue elegida como madrina de su sobrino, algo que le emocionó mucho y la hizo reflexionar sobre el valor de este rol en la vida de los niños. Por su parte, Ale confiesa que, al pensar en los padrinos de sus hijos, la cercanía y la disponibilidad emocional son factores fundamentales. Sabemos que un padrino o una madrina debería estar ahí no solo en los grandes eventos, sino como un apoyo constante, algo que puede ser complicado cuando se vive en el extranjero, lejos de los seres queridos. Reflexionamos también sobre la idea de elegir a alguien que esté verdaderamente presente en la vida de nuestros hijos y el dilema que representa la distancia geográfica. Para nosotras, la cercanía emocional y física es crucial para establecer una relación significativa entre padrino y ahijado. En este sentido, nos reímos pensando en cómo algunas amistades importantes para nosotras quedaron fuera de esta consideración simplemente porque viven lejos. De aquí surgen ciertos criterios que valoramos profundamente, como que el padrino o la madrina viva cerca, tenga una relación sólida con la familia y esté dispuesto a involucrarse en la vida del niño. Además, exploramos cómo muchas veces los padres eligen padrinos en función de la etapa de vida en la que se encuentran. Esto puede llevar a elegir a personas por su cercanía en ese momento, como compañeros de trabajo o amistades del entorno social, sin considerar si la relación será significativa y duradera. Nos dimos cuenta de que es común que esos amigos de "época" se alejen con el tiempo, algo que puede dejar al niño sin esa figura de apoyo que prometieron los padres. Por eso, ambas coincidimos en que un padrino debería ser alguien que trascienda la "coyuntura", una persona que pueda crear un lazo fuerte y duradero con el niño, más allá de ser una figura decorativa o de tradición. Hablamos también del significado simbólico y emocional que nosotras mismas damos al rol de madrina. Clara recordó una reflexión que le hizo una amiga sobre los rituales, y cómo estos son una forma de que las personas tomen conciencia del paso del tiempo y el valor del vínculo. Este comentario nos hizo pensar en cómo esos momentos importantes, como un bautizo o una confirmación, representan una oportunidad de conectarnos con nuestros seres queridos y reafirmar nuestro lugar en sus vidas. En este sentido, Clara compartió su propia conexión emocional con Buenos Aires, su ciudad natal, y cómo esos vínculos emocionales, a pesar de la distancia, mantienen viva una relación que va mucho más allá de lo físico. Finalmente, al reflexionar sobre nuestras propias experiencias como madrinas, comprendimos que este rol nos ha enseñado a valorar el compromiso y la conexión emocional que se genera con nuestros ahijados. Clara, por ejemplo, siente que ser madrina la conecta de una manera especial con su familia, incluso cuando vive en el extranjero. Ale, por su parte, habló del orgullo que siente al ver cómo su sobrino la reconoce y la valora en ese rol de madrina, especialmente en momentos importantes como las ceremonias y las celebraciones familiares. Ese reconocimiento es, sin duda, uno de los regalos más especiales de ser madrina, y nos hace valorar cada instante que compartimos con nuestros ahijados.