La pandemia ha agravado un problema social que ya existía: la soledad. En Las Mañanas de RNE hablamos con Noreena Hertz economista británica, profesora en la University College de Londres y autora de 'El siglo de la soledad. Recuperar los vínculos humanos en un mundo dividido' (Ed. Paidós). Afirma que antes de la pandemia "ya estábamos en una crisis de la soledad" y señala que los Gobiernos deben hacer algo ante ello, de una manera más activa, porque las cifras son significativas. "En Estados Unidos, 3 de cada 5 adultos se sienten solos siempre. En España, 4 de cada 5 jóvenes entre 15 y 18 años siempre están solos. Y esto es antes de la pandemia. En el Reino Unido, 1 de cada 8 personas dicen que no tienen ni un solo amigo íntimo en el que confiar", destaca Hertz. Añade que "España es el país con mayores niveles de soledad de Europa" por múltiples factores, entre ellos, el éxodo a las ciudades y los problemas económicos en los entornos rurales. "Además, la tecnología juega un papel muy importante. Esto se puede ver muy claramente en los adolescentes, que son los más solitarios de todos", dice la economista. Desde el 'boom' de las nuevas tecnologías y las redes sociales, aumentó con él la soledad en este grupo de edad. "Las redes sociales y las empresas de las redes sociales son las empresas tabaqueras del siglo XXI, ya que están comercializando un producto adictivo que está teniendo efectos perjudiciales para nuestra salud mental (...) El negocio de estas empresas es amplificar el odio y el enfado, porque eso es lo que hace que la gente se mantenga en estas plataformas", sentencia. La interacción entre las personas es muy importante para evitar la soledad, señala Hertz. Una relación que ve peligrar con el anuncio de nuevas tecnologías como el Metaverso. "En vez de en lugar de ir a tomar un café, nos lo vamos a pedir a través de una aplicación por el móvil para que nos lo traigan en casa. Y en vez de ir a la clase de yoga, vamos a hacer yoga a través de la vida sin contacto (...) Vamos a dejar de practicar estas habilidades que son, al fin y al cabo, la práctica de la democracia inclusiva", dice. Añade que estas habilidades deben de trabajarse desde muy temprana edad y sugiere que se hagan descansos de la tecnología para poder poner en práctica las mismas.