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01/10/2024 – En el Evangelio de hoy, Lucas 9:1-6, Jesús nos invita a llevar la Buena Noticia sin ataduras, confiando en que todo lo necesario para la misión se nos dará.
“Jesús convocó a los doce y les dio poder y autoridad para expulsar toda clase de demonios, para curar enfermedades, los envió a proclamar el Reino de Dios y a sanar a los enfermos diciéndoles no lleven nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni tampoco dos túnicas cada uno. Permanezcan en la casa donde se alojen hasta el momento de partir. Si no los reciben, al salir de esa ciudad sacudan hasta el polvo de sus pies en testimonio contra ellos. Fueron entonces de pueblo en pueblo anunciando la Buena Noticia y curando enfermos en todas partes”. Lucas 9, 1-6.
Teresita de Lisieux vivía en el silencio, en el claustro. Pero, aun así, ¡qué peregrina, qué andariega que era nuestra amiga! Y es que el claustro era su verdadero lugar de misión. Esta es la clave desde donde Teresita nos invita a repensar la misión vivida en radicalidad.
¿Por qué digo esto? Porque en realidad la misionalidad no tiene que ver tanto con cuánto hacemos sino desde dónde y cómo lo hacemos. Lo importante es desde dónde y cómo estamos en orden a la voluntad de Dios, más que determinar cuánto logramos o hasta donde llegamos con lo que hacemos.El teólogo Hans Urs Von Balthasar define la santidad: “El santo es el que se identifica con la misión”. Por su parte el Padre Ángel Rossi, citando a Von Balthasar, indica: “¿Qué es ser santo? El hombre santo es el que se identifica con la misión. La santidad no es nuestra, la santidad está en la misión” .
En lo que Dios te manda, a eso a lo que Dios te compromete, ahí el Señor te hace santo y te comparte su misión. Somos santos en la medida en que adherimos a la misionalidad de Dios que ha salido a recorrer las calles, las esquinas, las plazas, los lugares más dolorosos y los más llenos de gozo del entorno de nuestra vida para que, con su mensaje y nosotros como instrumentos en manos de él, lleguemos tan lejos como el corazón del hermano se siente lejos de la vida, lejos de la esperanza, lejos del sentido. En ese sentido es que nos hacemos misioneros. En el corazón del Señor hay un proyecto de santidad, para vos y para mí, para todos.
¿Y en qué consiste ese proyecto de santidad? Volviendo a Teresita, ella nos muestra el camino que hay que recorrer para ser santos. No consiste en grandes cosas, sino en recorrer un caminito de fidelidad a lo de Dios nos invita a vivir en lo cotidiano. Es aquí donde Teresita nos pone en contacto con la radicalidad de la misión que es saber estar donde Dios quiere que estemos con Él para hacer presente su rostro en el mundo.
Una de las religiosas que compartió la vida con Teresita en el Carmelo era bastante malhumorada y en realidad era a la que todos escapaban. Teresita, con su notable capacidad misionera desde el corazón de la Iglesia, se decidió a atenderla de la mejor manera con toda la caridad que Dios le inspiraba. Y cuenta Teresita en su Biografía que en un momento determinado se sintió profundamente conmovida por la pregunta de esta religiosa. Esta monja malhumorada le dijo: “Hermana Teresa del Niño Jesús, ¿querría usted decirme qué es lo que le atrae de mí? Cada vez que me encuentro con usted me dedica la más graciosa sonrisa”. Teresita igualmente, que compartía con esta hermana el sentido de su dolor, también compartió la pascua y fue capaz de misionarla, en este caso, con algo tan sencillo como una sonrisa.
La intención de Teresita en su misionalidad tiene un único objetivo: hacer amar a Dios. Haber entendido que la santidad no es para sí mismo como un lugar cómodo donde uno se auto complace, es un paso importante y Teresita rápidamente pud...
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