Poco a poco me fue llamando más y más la atención, así que le comente que me parecía interesante si alguna vez podría conocerlo en persona. Mi amigo organizó el mes siguiente su fiesta de cumpleaños, y como era de esperarse él iba a estar… y yo también.
En medio del bullicio, el "regalo especial" que mis amigas me habían preparado iba llegando a la discoteca: una deliciosa sorpresa de complexión atlética, muy alta, con una sonrisa que derretía.