Pronto nuestro rostro se encontraba muy cerca uno del otro y nuestro ritmo cardíaco aumentó, no sabía si robarle un beso o seguir como estábamos hasta ahora, pero antes de ni siquiera pensarlo él ya lo había hecho.
En medio del bullicio, el "regalo especial" que mis amigas me habían preparado iba llegando a la discoteca: una deliciosa sorpresa de complexión atlética, muy alta, con una sonrisa que derretía.