Él se aseguró con la mirada de qué nadie nos hubiera observado y solo me dijo que teníamos que hablar esa misma noche detrás de la casa familiar en una pequeña choza, justo al frente del lago de la finca.
En medio del bullicio, el "regalo especial" que mis amigas me habían preparado iba llegando a la discoteca: una deliciosa sorpresa de complexión atlética, muy alta, con una sonrisa que derretía.