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El discurso del 19 deja a la población confundida y pone en peligro la propia capacidad de este gobierno de seguir hacia delante. Visto desde aquí, lo que se interpreta es que los privilegios de la clase política no pueden ser tocados, que la aplicación de la ley será, como siempre, selectiva y que o se aceptan las propuestas de la élite política cual cheque en blanco o se rompe la baraja.
Frente a este mensaje tácito, el Centro Juan XXIII se siente en la necesidad de volver al podio nacional y llamar de nuevo la atención del Ejecutivo actual, con tanto respeto como rigor y aclararle que los planes de desarrollo de la República Dominicana no son monopolio del gobierno. Son sueños colectivos que, o se construye desde la inclusión o se volverán en promesas vacías. Recordarle, que mientras se esté a la cabeza de lo público, fácil o difícil, placentero o no, es su obligación seguir luchando contra enemigo pequeño o grande, extranjero o nacional, para convertirlos en realidad. No es permitido “tirar la toalla”.
En este sentido, queremos pensar que el Presidente y sus asesores han mal interpretado la agitación de estos días. No se quiere un retiro puro y simple de la reforma fiscal. Todos los sectores han expresado voluntad y entendimiento de que debemos lograrla. Ahora bien, lo que al parecer no se escuchó es que hay que hacerlo desde lo consensuado, incluyendo primordialmente una readecuación real, no nominal, del gasto público y donde el combate contra todo aquel que evada la ley sea frontal. Repetimos, una reforma que reorganice la forma en que se utilizan los recursos que administra el Estado Dominicano y donde la lucha contra la evasión y la informalidad sean los capítulos primeros y más importantes.
Señor Presidente, la misma sociedad que reconoce su liderazgo y buena intención, es la misma sociedad que le ha dicho de forma enfática que está dispuesta a meterse las manos de nuevo en los bolsillos para la construcción del desarrollo que merecemos, siempre y cuando el sacrificio sea de todos y sólo hasta el límite de lo necesario y posible. Es la misma que le dice que el orden a seguir en esta construcción es: cóbrenle al que no paga (impuestos, energía eléctrica y demás servicios públicos), gasten bien, de forma frugal y pensando en el beneficio de todos, no del partido o de la persona, y luego de eso, lo que falte, lo pagaremos con gusto. Su alocución del pasado sábado, más que generar tranquilidad y proveer respuestas, ha traído desasosiego y dudas entre los que entienden los retos a los que se enfrenta nuestra nación. No es el momento de dar marcha atrás. Es momento de dialogar, y con el concurso de toda la sociedad dominicana hacer un pacto fiscal que sea capaz de promover el crecimiento inclusivo de nuestro país.
Finalizamos nuestra posición sobre este tema haciendo esta pregunta: Si hacer la reforma fiscal era acto de responsabilidad, ¿cómo se calificaría no hacerla?