Era de nuevo lunes, yo estaba emocionada y excitada por volverlo a ver. No sabía cómo habíamos llegado tan lejos y tan rápidamente. Desde que había entrado a trabajar en esa empresa siempre me había parecido un tipo muy interesante. De hecho, me había llamado mucho la atención que a media mañana se levantase y acercarse a uno de los ventanales de la oficina para mirar al cielo. Yo desde mi puesto podía captar su espíritu soñador y esto me hacía tener curiosidad por conocerlo más allá del simple saludo que a veces nos habíamos cruzado por los pasillos de la oficina…  Eran oficinas grandes, tan grandes que estábamos distribuidos en extremos diferentes. Ambos estábamos en la misma y había más empresas en el mismo edificio. Pero a causa de la crisis, varias plantas se quedaron vacías con lo que la 4a y la 5a planta ahora eran plantas fantasmas. Todo empezó porque un día me animé a escribirle un email por sus escapadas mañaneras al ventanal. La verdad es que sentí una emoción extraña porque no sabía cómo reaccionaría pero me respondió rápidamente y desde ese momento empezamos a compartir charlas y salidas a comer sin levantar muchas sospechas hasta que unas semanas más tarde ambos nos dijimos que nos gustábamos, bueno, que nos encantábamos. Mientras lo compaginaba con mis tareas.    Por suerte, los lunes eran días tranquilos. La conversación iba subiendo de tono, su inteligencia hablando de sexo hacía que me excitara aún más. Estaba bastante caliente y él lo sabía e iba jugando a incrementarme la temperatura con cada frase y pregunta que me hacía…  En un momento, me confesó que él también estaba muy caliente y que necesitaba que nos viéramos. No le puse ningún impedimento ya que mis ganas me superaban. Pero no sabía dónde nos podíamos ver a escondidas y más aún en horario laboral. Pero tuvo una brillante idea: me sugirió vernos en la planta fantasma y acepté. Teníamos el pasillo donde estaban los ascensores, alejado de las escaleras. Sabíamos que nadie paraba en esa planta ya que no había ninguna oficina, a menos que se equivocaran al apretar el botón del ascensor…  Era un riesgo relativamente bajo que decidimos asumir. Él fue primero al baño y al cabo de dos minutos yo bajé por las escaleras hacia la planta a esperarlo. Nos miramos, nos sonreímos, acercamos nuestras manos y acercamos nuestras cabezas. Empecé a besarlo apasionadamente mientras nos apoyamos de pie en la pared. ¡Qué bien besaba! Mi excitación se iba incrementando mientras sus manos pasaron de abrazarme la espalda a deslizarse por mi pelo hasta llegar a la cabeza. Esto me ponía a mil.  Mis manos acariciaban su cara mientras me besaba. De pronto tuve la necesidad de tocarle su pantalón y comprobar que la excitación era bien palpable. Sin dejarnos de besar tuve la habilidad de bajarle la cremallera del pantalón e introducir mi mano. Le aparté el slip y noté el calor y la dureza de su miembro, que empecé a acariciar de forma suave y contundente a la vez. Del mismo modo, él también aprovechó y deslizó sus manos hasta mi trasero, apretando bien fuerte mis nalgas, lo que me volvió loca. Mantuvo una mano ahí, pero con la otra fue muy habilidoso y supo deslizarse por debajo de mi jersey y de mi sujetador. Empezó a acariciarme un pecho y luego el otro, mientras jugaba con las puntas tan salientes por la excitación. Estuvimos así algo menos de diez minutos que pasaron volando. Decidí parar para volver al puesto de trabajo sin levantar demasiadas sospechas. Ambos estábamos con la cara bien sonrojada. Un último breve beso apasionado de despedida antes de volver a nuestros puestos. Todo bajo control y ninguna sospecha. En aquel momento tuve el presentimiento de que aquello se volvería a repetir muy pronto… Hosted on Acast. See acast.com/privacy for more information.