(Entrevista de Manuel Sollo). “El fútbol despierta las peores pasiones (…) Es popular porque la estupidez es popular”, dijo José Luis Borges. “La patria es la selección de fútbol”, escribió Albert Camus. Desde el rechazo o la entrega, escritores e intelectuales se han referido a este deporte como teatro de la guerra, alimento del nacionalismo exacerbado, arma de propagación ideológica y de cohesión de las masas. Los primeros en utilizar su poderosa capacidad de sugestión fueron los regímenes totalitarios del siglo XX. El historiador Cristóbal Villalobos ha analizado esta vinculación en el ensayo “Fútbol y fascismo” (Altamarea). Analiza esta simbiosis y sus consecuencias en la Italia fascista, la Alemania nazi, la España franquista y el Portugal de Salazar, además de las dictaduras latinoamericanas de los años 70. En todos los casos, manipularon a su favor grandes acontecimientos deportivos, alteraron competiciones, causaron persecuciones y exilios, heroicas hazañas y desgracias sin fin. Su objetivo, adoctrinar y controlar a los ciudadanos para consolidar sus regímenes autoritarios.