En la ópera Iolanta, que Chaikovski estrenó en 1891 y que Darya von Berner puso en escena en Belval, Luxemburgo, en 2016, la princesa está ciega sin saberlo. Esta ceguera se puede interpretar como metáfora de una modernidad, que no ha visto que la auto-comprensión del racionalismo y la auto-legitimidad política del sujeto moderno, son un problema. Interpretado por Foucault en su concepto de biopolítica y por Giorgio Agamben como un fallo en el sistema, como un punto ciego en una estructura carcelaria, en la que para el vigilante en su torre, todo lo que queda fuera de su campo de visión, es reducido a la invisibilidad, a ser objeto, objeto deshumanizado.Al final de la ópera, Iolanta, recupera la vista gracias al vínculo que genera el amor y la visión de un mundo del que ahora forma parte, y lo celebra junto con el coro en un conmovedor canto a la vida. Un canto donde todo está relacionado como en un gran paisaje sonoro, como los que registra Bernie L. Krause.