En las jornadas anteriores había conocido un motorista ruso de San Petersburgo llamado Oleg, con el que decidí viajar hasta Ulan Bator. Nos adentramos en una estepa verde y húmeda sin apenas puntos de referencia. No teníamos fácil orientarnos y nos perdimos. Para preguntar la dirección correcta, visitamos una yurta típica habitada por una humilde familia de pastores mongoles en busca de información para llegar a su destino. Nos acogieron con mucha hospitalidad y nos ofrecieron un queso agrio que probamos por educación, porque nuestros estómagos no están hechos a ese tipo de crudos fermentos lácteos. Pero nunca se debe rechazar la comida ofrecida por los pobres. Salimos de nuevo y encontramos que el camino está plagado de dificultades, como ríos que vadear o pistas de tierra resbaladizas, pero al final conseguimos alcanzar nuestro objetivo, Erderne Zu, el monasterio budista más antiguo de Mongolia, que a punto estuvo de ser destruido durante el periodo comunista del país, se salvó porque lo convirtieron en museo, pero muchos otros templos y monasterios de la fe budista se perdieron en aquella época.