Rooster Cogburn fue un sopetón de aire fresco, una sobredosis de descaro y rebeldía en el desierto mundo de las publicaciones especializadas en el universo enológico. Su efímera vida, sólo 6 números editados en formato digital, le ha dado ese halo de producto maldito que tanto nos gusta venerar, una vez desaparecido, en este país.Como no pudimos tener al propio Rooster en vida, lo hemos tenido una vez decapitado; aunque visto todo lo que soltó por esa boquita, parece más vivo que nunca.Ahora empezarán a surgir quienes quieran continuar con su legado; nosotros nos quedamos con el original que nos hizo desperezarnos y quitarnos la cochambre, que muchas veces envuelve el mundo del vino, aunque sólo fuese unos meses.