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🎧 Audio 62
📕 Libro II Un alma en Cristo
13 de abril de 1990
𝔼𝕟 𝕖𝕝 𝕊𝕒𝕟𝕥𝕠 𝕊𝕖𝕡𝕦𝕝𝕔𝕣𝕠
Son las 2:20 de la tarde y estoy en el Santo Sepulcro. Cada vez me sorprendo más de cómo el Señor nos lleva. Hoy, después del Vía Crucis, hemos vuelto al hotel. Yo estaba muy triste y sentía la necesidad de intimidad con Dios. El grupo se marchaba hasta la tarde, para terminar de recorrer los lugares que aún faltaban por visitar. Yo no quería ir, quería quedarme con mi Señor en el Santo Sepulcro. Por otro lado, tenía un poco de miedo de introducirme en una ciudad que no conozco; ni conozco las lenguas que aquí se hablan. Pero sentía que debía hacerlo, y, por eso, le dije a Felisa que si a ella le parecía bien yo me quedaría. Ella me contestó que lo comprendía y que diría al grupo que no me encontraba bien. Me quedé sola, íntimamente unida a mi Dios. Bajé de mi habitación a las doce y media, dispuesta a coger un taxi. Tenía miedo de que me costara muy caro, pero no importaba. El señor del hotel fue muy amable; hablaba algo de español. Me vio que lloraba, pero no podía explicarle cuáles eran mis sentimientos. Él es árabe y me dijo que era cristiano. Me ayudó porque del hotel salía un autobús gratuito y me recogería para volver. Habló con el chófer, que me dejó en la plaza de Jafa. Me puse a andar y pregunté. Me llevaron hasta el Sepulcro. Tuve la sorpresa de encontrarlo abierto, pues había conflicto con las iglesias y los horarios, y yo no lo sabía.Estoy aquí en el Sepulcro. Siento que Él quiere que esté a la hora de su muerte. ¡Me siento tan cerca de Él! En la cola para entrar, le he dicho: Señor, si todo lo mío es ilusión… Él me ha respondido:_ «Hija mía, no estarías aquí».
No vuelvas a pensar, hija mía, que es ilusión. Tú me perteneces por entero. Te he dado a beber agua viva y ya no tendrás más sed. He obrado en ti, como antaño hice con mis discípulos. Primero los escogí, más tarde les enseñé mi doctrina de amor, culminando en este lugar: lugar de mi muerte en la Cruz. Más tarde vino el Espíritu Santo sobre ellos, como hoy viene sobre ti, para así culminar tu enseñanza, dándote la luz espiritual. Ya eres apóstol de Cristo, ahora y por toda la eternidad. Ya no te apartarás de Mí. Como cada año, te veo al pie de la Cruz con las mujeres que me siguieron. Miro, hija mía, y te veo entre ellas. Me gusta mirarte en ese marco real donde di mi vida por los hombres. No haber venido, hija mía, hubiera sido faltar a la promesa que un día me hiciste de verte en compañía de las mujeres de Jerusalén en los momentos de mi muerte. Ya ves que no te lo he pedido; siempre dejo al hombre libre de tomar sus decisiones; pero si éste decide venir a Mí, le colmo de mis dones y le doy mi gracia, la que ahora cae sobre ti, sobre tu alma, para que ya no puedas apartarte de tu Amado. Tu Amado sufre en estos momentos los dolores de su agonía. Ven a Mí. Yo estaré en tu alma y no te dejaré sola porque tú no me has abandonado. Estaré siempre contigo.Faltan pocos minutos para mi muerte. A mi santa Madre la sostienen las santas mujeres. De no sostenerla caería, ¡es tan grande su sufrimiento y su dolor al ver a su Hijo traspasado por los clavos, injuriado, traicionado, vendido como el cordero que se compra para el sacrificio. En estos momentos llamo a Juan, que no me abandona al pie de la Cruz. Le entrego a mi santa Madre, y a mi Madre le entrego a Juan, pasando así a ser Madre de toda la humanidad. Ámala, hija mía, porque ella también ha sufrido en su alma los dolores de la crucifixión. Ella ama en Mí a toda la humanidad, queriendo salvar conmigo a mis hijos, y sacrificándose totalmente en la Cruz de su dolor. Mírala y venérala, porque Ella es tu santa Madre. Recurre a ella porque, como a Juan, Yo te la entrego: Madre, aquí tienes a tu hija. Hija, aquí tienes a tu madre.