41 Un juego de amor UN ALMA EN CRISTO (1989) Libro 2
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Un alma en Cristo https://unalmaencristo.my.canva.site/redessociales 🎧 Audio 41 📕 Libro II Un alma en Cristo 15 de octubre de 1989 𝕌𝕟 𝕛𝕦𝕖𝕘𝕠 𝕕𝕖 𝕒𝕞𝕠𝕣 Señor, me cuesta trabajo entenderte. Conozco como actúas en las almas más o menos, pero Tú siempre me sorprendes. Sé que Tú dices: «sigue», y pones la zancadilla. Tus motivos tendrás. Cuando una más tranquila está, ¡zas!; Tú le sorprendes. Eso debe ser para que digamos: ¡Es Él!. Él es el que nos zarandea, el que nos protege, el que nos prueba. Así es, hija mía. Ya vas conociendo a tu amado. Yo siempre estoy presente en la vida y en el alma que se entrega a mi Divina Voluntad. El trabajo que hago en las almas no es fácil; es un trabajo que sólo Dios puede hacer. Sorprender a mis hijos es un juego de amor: amor de aquel que se dio en la Cruz y sigue dándose diariamente en los altares. Hija mía, sonrío siempre cuando tú, con mucha razón, explicas que Yo os digo que caminéis y… ¡pongo la zancadilla! Es cierto y te diré que no es por placer de haceros sufrir, es porque así os templáis como el acero en el fuego, y vuestra voluntad se endurece. Aquel que a la primera dificultad decae y no sigue, es como el que coge su arado y mira hacia atrás; no es digno del Reino de los cielos. Hay que trabajar por él, hay que hincar el arado en la tierra con la vista fija en el sendero que hay que seguir. Tirar, tirar con fuerza. Mientras más cuesta, más se trabaja y más alegría se siente porque se ama más el campo arado y más dice uno: «¡Cuánto he trabajado, pero qué bien ha quedado la tierra! ¡Cuántos frutos va a dar! ¡Qué contento se pondrá mi amo! Me dirá: “Siervo mío, has hecho una gran labor. No te has acordado de tus preocupaciones sino que has hecho tuyos mis intereses y has dado de ti mismo todo tu esfuerzo. Eres digno de sentarte a mi mesa, eres digno de compartir conmigo mi casa y mi hacienda. Por eso yo te recompensaré, hijo mío”». Por otro lado, el que coge el arado y dice: «¡uf!, ¡qué duro está el suelo! ¡cuánto me cuesta trabajarlo! Yo quería hacerlo, pero no creía que fuera tan pesado. Me iría a mi casa si el dueño del campo no me viera. En casa estoy tranquilo. No sé, no sé qué hacer…». Hija mía, a éste se le quita el arado, se le manda a su casa y se le dice: «ve, siervo inútil, no eres digno de sentarte a mi mesa, ni de comer mi pan, ni de compartir conmigo mi casa. Quédate ahí donde estás y tu gloria será como un día de neblina, donde tus ojos no vislumbrarán el sol». Su mente adivinará su calor y su luz pero para él estarán veladas. Trabaja para mí aunque no entiendas. Aunque encuentres el suelo duro, muy duro, hinca tu arado. Trabaja con fuerza y di: «En esta tierra que aro para mi Señor, estoy regando el suelo con mi sudor. Por ello saldrán flores de mil colores que, con amor, ofreceré a mi Dios». Grupo María Auxiliadora (1989). Un alma en Cristo Libro II
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