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🎧 Audio 170
📕 Libro II Un alma en Cristo
29 de septiembre de 1993
𝔼𝕝 𝕙𝕠𝕞𝕓𝕣𝕖 𝕖𝕤 𝕝𝕚𝕓𝕣𝕖 𝕕𝕖 𝕠𝕓𝕣𝕒𝕣
En oración en mi habitación. Esta mañana he estado hablando con X. Me sorprendo de mi atrevimiento en aconsejar. Verás, Señor, X. me ha comentado que tiene problemas para que su hijo encuentre trabajo. Ella tiene una casa de payés y había pensado convertirla en un pequeño restaurante, para que sirviera a su hijo como medio de vida. Hay unos señores videntes que le dicen que espere, que le irá mal, pues tú Señor, lo quieres para otra cosa. Otros le dicen lo contrario. Ella, por tanto, no sabe qué hacer y empieza a estar llena de angustias.
Todas estas cosas, Señor, a mí no me gustan, pues yo pienso –quizás esté equivocada– que no es bueno este modo de proceder. El hombre, ya que es libre, tiene primero que orar, luego poner en tus manos sus pensamientos y dedicarte todos sus movimientos; en una palabra, vivir en Ti. Pero seguidamente, y lleno de confianza en tu divina Bondad, debe estudiar las posibilidades que tiene para actuar y ejecutar lo que tenga que hacer. Después, ¡manos a la obra! Yo creo que si uno no empieza a trabajar en lo que le es necesario, sino se arriesga, el Señor no va a ayudarle. Él nos dice: «Hijo, anda, muévete un poco, que Yo te ayudaré!».
No sé si me he explicado claro. Debemos ser autónomos en todo, con plena capacidad de decisión, con los ojos fijos en Dios: a Dios rogando y con el mazo dando. Dime algo, Señor. Yo le he aconsejado a X que no escuche a tantas personas y que actúe en consecuencia.
Mi bien amada criatura ¡cuánta razón tienes en lo que expones! Pues a menudo el hombre se pierde en indecisiones que a nada le llevan. Es libre de obrar y libre de decidir. Toda obra o labor lleva su riesgo. A veces el hombre que teme a Dios se introduce en un mundillo de clarividentes y consulta a unos y a otros. Estos a veces, diciendo lo mismo, lo interpretan cada uno de forma distinta y confunden al consultante dejándolo en un estado de tremenda indecisión, incapaz de decidir por sí mismo y temiendo, además, que, si hace lo contrario, me ofende. No es así, hija mía. El hombre que cree en Mí debe ofrecerme todo lo suyo, con todo su amor. Debe consultarme lo que quiere hacer y por qué. No es que Yo no lo sepa, es que, si se acostumbra a hacerlo así, contará conmigo en todas sus decisiones. Debe analizar todos los puntos para ver si lo que ha decidido es bueno para él y no daña a nadie. Después, dejándolo todo en mis Manos, con plena confianza en Mí, debe empezar a trabajar en lo que ha decidido. Yo lo iré llevando de la mano hacia un lugar u otro. Pero, repito, él debe empezar a trabajar con una voluntad libre y decidida. Por lo tanto, hija mía, no estás equivocada.
Grupo María Auxiliadora (1993). Un alma en Cristo Libro II
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🎧 Audio 178
📕 Libro II Un alma en Cristo
EPÍLOGO
«Dios, que se sirve del lenguaje de los signos humanos para comunicarnos su Luz, de tal modo se hace condescendiente con nosotros, que se adapta a nuestros temperamentos y a...
Published 10/10/24
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🎧 Audio 177
📕 Libro II Un alma en Cristo
12 de diciembre de 1993
𝕌𝕟 𝕤𝕦𝕖ñ𝕠 𝕢𝕦𝕖 𝕡𝕣𝕖𝕠𝕔𝕦𝕡𝕒
Estoy en oración en mi habitación. M., una señora amiga, me ha llamado para preguntarme acerca de un sueño que ha tenido. Ha soñado que...
Published 10/10/24