Siempre en cada herida queda secuelas, y una de ellas es la falta de perdón, el mundo te dice: Véngate, devuelve lo mismo, pero Jesús te dice: Mía es la justicia, y solo nos queda saber perdonar, y perdonarnos a nosotros mismo por haber permitido muchas cosas que nos han herido. Hoy Dios nos invita al acto más valiente y sanador.

Poner nuestros ojos en Dios, en tiempos donde la distracción está por todos lados puede resultar un poco difícil pero créeme vale la pena mirarlo, contemplarlo y amarlo. Rendirnos ante la mirada de Dios es hermoso, porque el fijó su mirada primero en nosotros.

Después de identificar algunas de las muchas heridas en nuestra infancia, que hemos arrastrado a nuestra vida adulta, podemos hacernos la siguiente pregunta: ¿Cómo puedo sanar? En esta segunda parte veremos algunos pasos que nos ayudaran en nuestro proceso de sanidad con la ayuda de Dios.

Muchas veces podemos camuflar heridas de una infancia que no fueron sanadas y replicarlas en nuestra vida adulta. Hay muchas heridas que han podido ocurrir en nuestra niñez, en este episodio he considerado mencionar seis de estas, que posiblemente muchos de nosotros podemos sentirnos identificados. Deseo que Dios devele las heridas que posiblemente aún están ahí y no fueron sanadas en tu corazón.

Todos fuimos llamados a algo, sin embargo los temores y peros de nuestra vida pueden estropear ese llamado, por consiguiente el futuro que Dios tiene para ti se retrasa cuando no aceptas responsablemente con: “Sí señor lo haré”.

De todas las creaciones de Dios, definitivamente crear al ser humano fue la mejor. Entender que soy la mejor creación no solo me hace posicionarme como hija de Dios, sino también poder aceptarme tal como soy cuando estoy frente a un espejo, porque si amo a la creación, amo al creador.

En este primer episodio, hablaremos de la real identidad y cómo esta es necesaria en nuestro diario vivir, ya que que no depende de cosas , personas , ni hasta de nosotros mismos, sino de nuestro creador, Jesús.