¿Por qué el féretro que guarda a los sacerdotes entra a la iglesia con la cabeza por delante y los del resto de mortales lo hacen con los pies? ¿Por qué hay también diferencias de colocación del ataúd a la hora de enterrar a un cura o un seglar? La respuesta está en el protocolo del Rito o Ritual de Exequias católico.

En Viena, la capital austriaca, un pequeño cementerio a orillas del Danubio guarda desde el año 1900 a todos los ''sin nombre'' que se lanzaron al río y que las corrientes devolvieron a tierra. Allí lo conocen como el cementerio de los ahogados. Algunos pudieron recuperar su identidad gracias al empeño y las investigaciones del cuidador del recinto.

Una tradición iniciada en los años 30 en el cementerio de la ciudad rumana de Sapanta ha convertido en atracción turística las tumbas y epitafios del que allí conocen como ''cimitirul verel'' (cementerio alegre). Las cruces coloristas y realizadas en madera de roble tienen grabadas leyendas que narran la vida y la muerte del difunto.

Los mausoleos de Tombuctú (Malí) fueron declarados patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1988. El hecho de que este mismo organismo lo haya incluido en la lista de los monumentos en peligro de desaparecer ha provocado que los integristas islámicos destruyan seis de ellos por considerarlos objeto de idolatría.

Desde el año 2008, la policía de Viena tiene noticias de profanaciones de tumbas de ilustres compositores en el Cementerio Central, unos hechos a los que no habían dado publicidad para evitar la alarma. Un perturbado anda robando dientes a los músicos: Brahms y Strauss son dos de las víctimas.

El Domingo de Resurrección de hace 70 años, el poeta Miguel Hernández ingresaba con los ojos abiertos en el nicho 1009 del cementerio de Alicante. Por una curiosa y paradójica circunstancia, fue enterrado como un cura al ser introducido en la unidad de enterramiento con los pies por delante.

La temprana muerte de Miguel Hernández en su presidio alicantino, sin llegar a cumplir los 32 años y sin recibir tratamiento contra la tuberculosis, fue inmerecida. Consumido por la enfermedad, se fue a la tumba con los ojos abiertos porque nadie se los pudo cerrar. Y si triste fue su muerte aquel Sábado de Pasión del año 42, el entierro no fue mejor.

El museo de Montbrison, en el centro de Francia, guarda en sus almacenes a un español disecado. Permaneció expuesto en las vitrinas como curiosidad antropológica, pero los nuevos tiempos, políticamente más correctos, aconsejan su retirada de la exhibición a principios del siglo XXI para evitar polémicas como la que se dió con ''El Negro de Banyoles''.