No son niños, ni son adultos. Necesitan a sus padres, pero no pueden ni verlos. Quieren ser únicos y, a la vez, camuflarse entre su grupo de iguales. Por si la confusión fuera poca, la metamorfosis corporal llega orquestada por una incontrolable explosión hormonal y por drásticos cambios en el cerebro, que se vuelve tan plástico en esta fase como en los primeros tres años de vida.
“No se trata de una deficiencia, ni de una enfermedad, ni de una discapacidad. Es un estado vital en el que las personas son menos maduras de lo que serán de adultas”, afirma el psicólogo Larry Steinberg, profesor en la Universidad del Temple, en Filadelfia (EE. UU.), y autor del libro Age of Opportunity: Lessons from the New Science of Adolescence.
En este sentido, “estudios recientes están demostrando que es una segunda edad de esplendor de la plasticidad neuronal, igual que los tres primeros años de vida.
Eso hace que la adolescencia sea una etapa de gran vulnerabilidad, pues el cerebro puede dañarse por estímulos negativos, aunque también es un periodo de tremendas posibilidades. Las experiencias positivas promueven el desarrollo, y esa es la clase de oportunidad en la que debemos centrarnos”, asegura Steinberg.
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Texto: Laura G. de Rivera
Dirección, locución y producción: Iván Patxi Gómez Gallego @ivanpatxi
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