El 1 de enero de 1901, tres niños de Minas del Horcajo salieron rumbo al campo para recolectar frutas. Nunca regresaron. La tragedia tomó un giro aún más siniestro apenas tres días después, cuando los cuerpos sin vida de los pequeños fueron hallados en el bosque, en circunstancias que distaban mucho de ser accidentales. Estaban desmembrados, reducidos a esqueletos, y, lo más extraño, sus zapatos seguían puestos y junto a ellos reposaban sus gorras, repletas de frutos de madroño.