Salvo que el padre pueda tomar conciencia de la armadura afectiva que se ha ido construyendo —porque Dios se lo hace notar de algún modo, a través de alguna persona o circunstancia—, este es un comportamiento que puede repetirse de generación en generación en los Homs 165 bres de la familia y que de manera inconsciente bloquea los sentimientos y la sana expresión de los afectos. Muchas veces se dice de una persona que “es muy tierna” o, por el contrario, que “es muy fría”. Solemos utilizar términos semejantes que pueden encasillar a una persona con adjetivaciones muy simplistas, y pienso que no tenemos en cuenta que esa persona tiene una historia, que ha recibido bendiciones afectivas o que ha padecido situaciones que han obstruido, al menos en parte, su expresividad y su libertad al respecto. Por eso el Señor nos pide de no juzgar: “No juzguen a otros, para que Dios no los juzgue a ustedes. Pues Dios los juzgará a ustedes de la misma manera que ustedes juzguen a otros; y con la misma medida con que ustedes midan a otros, Dios los medirá a ustedes” (Mt 7, 1-2). No conozco el motivo por el cual en algún momento de la historia de este hombre su afectividad se vio influenciada por una tendencia machista que lo llevó a cerrar las compuertas del alma al don de la ternura; pero recuerdo que cuando estudiaba historia de la filosofía en la facultad, un profesor nos habló de los estoicos, quienes eran contrarios a la expresividad de la afectividad humana, pues afirmaban que el hombre es un ser racional que debe vivir según el intelecto, dejando de lado las emociones, los sentimientos y todas las expresiones que de ellos derivan, ya que esto sería muestra de debilidad. La apreciación acerca de los afectos y emociones ha sido muy variada a lo largo de la historia de la humanidad y de las diferentes corrientes filosóficas: algunos han sos165 166 tenido que sólo deben cultivarse las emociones positivas y simplemente rechazar las negativas; otros sostienen que hay que buscar la armonía entre unas y otras; y otros, que es necesario negar o rechazar todas las emociones. En la actualidad, las principales corrientes tanto del pensamiento filosófico como de la psicología asumen que para el desarrollo integral del ser humano es imprescindible la exploración, el conocimiento y la educación de las emociones. Por eso, pidamos ahora a Dios que, con la ayuda de su gracia, podamos desmontar la armadura emocional con la que nos hemos cubierto estos años. 167 “Cuando un cristiano olvida la esperanza, o peor, pierde la esperanza, su vida no tiene sentido. Es como si su vida estuviese delante de un muro: nada. Pero el Señor nos consuela y nos hace de nuevo, con la esperanza, para seguir adelante. Y también lo hace con una cercanía especial a cada uno, porque el Señor siempre consuela a su pueblo y nos consuela a cada uno de nosotros”. Papa Francisco Homilía en la Casa de Santa Marta, 10 de diciembre de 2013