Lo de los regalos más grandes que un padre puede hacer a sus hijos es saber elogiarlos y remarcar las cosas positivas y los pequeños logros que ve en ellos, buscando y haciendo hincapié en lo positivo, más que en lo negativo, y animándolos así para que tengan un sano desarrollo. Si un padre alimentó la valoración de sus hijos, estos tendrán una buena relación con él, incluso después de que surja alguna diferencia o discusión. Es como si lo bueno que han recibido del papá alentara a los hijos —incluso de adultos— a disculpar los errores de los demás y a tender puentes de comunicación y encuentro. En el caso de las hijas mujeres, esto les ayudará a tener una relación sana y normal con las personas del otro sexo. El padre que tiene la capacidad de admirar cómo se arregla su hija, le ayudará a desarrollar la confianza que ella necesitará en el momento de relacionarse con otros hombres y le dará fortaleza y libertad interior para no permitir ser instrumentalizada por nadie. He conocido padres que no saben cómo tratar a sus hijas cuando ellas se arreglan o se muestran femeninas. Ellos no saben cómo manejar sus propios sentimientos y entonces, en lugar de animarlas o hablarles con dulzura sobre lo que deben corregir en su vestuario, tienen actitudes de rechazo, les dicen palabras hirientes o las ignoran. Esto producirá en ellas inseguridad en relación con los hombres. En el caso de los hijos varones, los elogios paternos les servirán de asidero para construir el edificio emocional 199 con el cual relacionarse serena y sanamente con los demás hombres, sin ser interiormente aguijoneado por miedos, agresividad o competitividad envidiosa, o por el deseo de buscar en otros hombres la aprobación y el afecto paterno, lo cual, desde mi experiencia pastoral, puede llegar a tener incidencias en la identidad sexual. La privación de palabras elogiosas, especialmente durante la etapa escolar, genera un hambre de aceptación que nunca termina de saciarse plenamente, si no es sanada por medio de la oración y colmada por medio de la poderosa y amorosa unción del Espíritu Santo. Si el padre anima a su hijo por sus cualidades físicas, por sus cualidades de carácter, sus actitudes y sus valores, entonces el niño, que es como un árbol, con cada palabra de aceptación y afirmación hundirá sus raíces en lo profundo de la tierra, de manera que las tormentas de la vida no lo derribarán fácilmente. Podrán quebrarse algunas ramas, pero, pasada la tormenta, volverá a reverdecer. Por eso, los cumplidos y las palabras valorativas o afirmativas deberían expresarse con frecuencia entre los esposos y de ellos hacia los hijos, de manera incondicional. Un padre sabio es el que le hace saber a su hijo, desde pequeño, que está contento con él, que lo estimula a crecer y lo valora lo que es y no por los resultados que obtiene. Si es un hijo varón, lo animará a que emule sus virtudes, y si es una hija mujer, la animará a que se fortalezca aprendiendo de las virtudes de la madre. De este modo los hijos sentirán una fuerza interior que les ayudará 200 a superar sus propias debilidades y los impulsará a tener sueños y a correr tras ellos, sin desalentarse por los fracasos temporales. “El niño es como un árbol que con cada palabra de aceptación y afirmación hunde sus raíces en lo profundo de la tierra, de manera que las tormentas de la vida no le derribarán fácilmente”. H Testimonio No se preocupe mi hijita ace algunos años, una querida amiga de Republica Dominicana, María Armenteros de Sangiovanni, me contaba que en una oportunidad, cuando era niña, estaba cenando en el patio junto a sus padres y sus hermanas. Entonces en un momento ella sintió frío y, al decirle a su papá que quería ir a buscar un abrigo...