En este capítulo, la propuesta que te hago es que le permitas a tu niño interior que se deje tomar de la mano de Jesús y se deje conducir por Él. Entonces el Señor te llevará a “caminar” a través del álbum de tus recuerdos, en donde se encuentran las ca- 214 les que te condujeron hasta tu escuela cada día, durante varios años. La invitación es a que, tomado de la mano del Señor, con tu niño interior recorras los pasillos, los patios y las aulas por las que transitó gran parte de tu historia; que contemples los rostros de tantas personas que fuiste conociendo a lo largo de los años; que evoques los momentos hermosos, por ejemplo el encuentro con buenos compañeros y amigos, los logros en el aprendizaje, el desarrollo de tu personalidad, y tantos pequeños momentos gratos que están guardados en el cofre de tu corazón. Pero seguramente el Señor también te llevará a encontrarte con recuerdos de momentos desagradables y dolorosos: cuando te acusaron por algo que no hiciste, la humillación de algún maestro o profesor, o los rostros de aquellos compañeros que de algún modo te hirieron, se burlaron de ti, te golpearon o te humillaron de alguna manera. En este álbum de fotos en color sepia, o en blanco y negro, figura el rostro amable de maestros y profesores, tus logros académicos, las frustraciones, el descubrimiento de talentos y de capacidades, el afianzamiento de tu capacidad relacional actual que se fue cimentando durante las vivencias de esos años, el descubrimiento de la afectividad y el desarrollo de la identidad sexual. Todos estos recuerdos tienen luces y sombras, y en el balance hay algunos recuerdos con saldo positivo y otros que te darán —al menos en apariencia— un balance negativo. Por eso te decía que la propuesta es que, sin prisa pero también sin largas pausas, te propongas desgranar junto a Jesús y a María el rosario de los recuerdos escolares. En esos recuerdos escolares, tanto de la escuela primaria como de la secundaria, mira a tu padre y el rol que él jugó en lo que se refiere a tu contención y orientación ante las diversas vivencias del colegio. Que la evocación de cómo interactuaste con tu padre y de cómo lo hizo él contigo en lo que se refiere a la escuelas sea el hilo conductor en tu oración de reminiscencia. Entonces recuerda cómo fue su presencia (o ausencia) en los momentos claves de esos años: sus consejos, su aliento, su afirmación; o, por el contrario, sus silencios, sus enojos, sus castigos, sus críticas. Una vez más traigo a colación la imagen del barco que representa a ese niño, adolescente o joven que fuiste alguna vez y que en medio de las diversas tormentas que atravesaste en la escuela pudo encontrar en sus padres y en su hogar un puerto seguro de refugio y de refortalecimiento. Seguramente, este orar tu historia en la etapa y en los salones escolares y en los ámbitos relacionados con la escuelas te llevará mucho tiempo. Por eso nuevamente te recuerdo el consejo de que no andes con prisas, sino que te quedes en “esa” escena todo el tiempo que sea necesario, cuando algo movilice a tu niño interior, pues por medio de esa movilización interior Dios te está hablando y quiere que te des cuenta de que ese acontecimiento aún repercute en el hombre o mujer que eres hoy. 216 Ante esa movilización evocativa, alaba a Dios y dale gracias, pide perdón a quienes lastimaste o perdona a quienes te hicieron daño, pide sanación por las heridas que te produjeron o liberación de los malos hábitos contraídos en esos momentos. Tan sólo permite que la gracia de Dios sea como un ungüento divino que sana tu alma y la hermosee. Desde ya, mientras escribo estas páginas, gracias al Espíritu Santo, puedo percibir la obra maravillosa que en su misericordia Dios está realizando...