La desacralización es quitar el carácter sagrado a algo o a alguien. Puede ir a una tienda de ropa, a un restaurante de lujo o a un bar de copas en una iglesia desacralizada en España. Y a muchos otros locales comerciales o de consumo en Europa que provienen de sitios desacralizados: librerías, zapaterías, una escuela circense o un skatepark.
Una noticia de periódico avisa de que "los precios y la incertidumbre hunden el consumo". No es la noticia que necesitamos. Sin consumo no hay producción y sin producción no hay empleo ni dinero para consumir. Es como la pescadilla que se muerde la cola.
He oído decir que existe una encuesta nacional (en Norteamérica) sobre 'la ira del cliente' para medir el grado, no sólo de insatisfacción, sino de cabreo, de ira. Y los resultados no son nada halagüeños, créanme.