La garza en el lago
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Description
En una tranquila mañana de primavera, el sol apenas había comenzado a elevarse sobre el horizonte, proyectando un suave resplandor dorado sobre las aguas de un lago sereno. Las primeras luces del día acariciaban la superficie del agua, creando destellos y sombras que bailaban al ritmo del leve oleaje. En el borde del lago, sobre una roca robusta, se erguía una figura majestuosa: una garza real (Ardea cinerea). Esta garza, con su plumaje gris plateado y blanco inmaculado, era un espectáculo de elegancia y tranquilidad. Las plumas de su pecho se extendían como un manto de hilos finos, ondeando suavemente con la brisa matutina. Su cabeza, coronada por un capuchón negro y adornada con plumas largas y delgadas, se giraba lentamente de un lado a otro, mientras sus ojos agudos escudriñaban el agua en busca de movimiento. La garza se mantenía inmóvil, casi como una estatua viva, con sus largas patas delgadas firmemente plantadas sobre la roca. La paciencia era su mayor virtud, y su mirada penetrante revelaba una determinación inquebrantable. Cada tanto, su pico largo y afilado, de un tono naranja brillante, hacía un leve amago, preparado para lanzarse con precisión milimétrica en el momento oportuno. El entorno era un testimonio de la paz y la armonía de la naturaleza. Alrededor del lago, los árboles empezaban a despertar con el canto de los pájaros y el susurro de las hojas. Los lirios de agua se mecían suavemente, y las ranas saltaban de un lugar a otro, ajenas a la presencia del depredador silencioso. Pequeños peces rompían la superficie del agua ocasionalmente, creando anillos que se expandían hasta desaparecer. La garza real, sin embargo, no estaba interesada en el ajetreo a su alrededor. Su enfoque estaba en el agua, donde la claridad permitía ver las sombras de los peces moviéndose lentamente. Era una danza de vida y muerte, donde la supervivencia dependía de la habilidad y la paciencia. La garza sabía que un solo movimiento en falso podía alertar a su presa y arruinar la caza del día. Finalmente, después de un tiempo que parecía eterno, la garza hizo su movimiento. Con una velocidad asombrosa, su pico se sumergió en el agua y emergió con un pez plateado retorciéndose en su agarre. Con un elegante movimiento de cabeza, la garza se tragó su presa y volvió a su postura inicial, lista para repetir el ciclo. Este momento, capturado en una imagen, es un testimonio de la belleza y la precisión del mundo natural. La garza real, con su porte majestuoso y su paciencia infinita, representa la delicada interconexión de los seres vivos y su entorno. Es una escena que invita a la reflexión sobre la importancia de conservar y respetar la naturaleza, permitiendo que estas criaturas continúen siendo un símbolo de gracia y equilibrio en nuestro mundo. Autor José Pardal
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