Los tres misisipis se ponen un pañal, se suben a una bicicleta y se entregan a los designios del tiempo para terminar de convertirse en lo que siempre fueron: unos viejillos miados.
Los tres misisipis van a un restaurante al aire libre y descubren una red de torturadores de perros a los que les gusta tenerlos amarrados a sillas durante horas.