Lo que nos une con nuestros hermanos en Cristo es infinitamente más importante que lo que nos separa. Debemos demostrar esto en el modo en que nos tratamos cuando estamos en desacuerdo.
Nadie quiere un pan viejo de hace una semana. Sabe mejor cuando está recién salido del horno y tiene una corteza crujiente. Del mismo modo, Dios nos da lo mejor cada día.