«La Juana de Arco del Perú»
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(Víspera del Aniversario del Martirio de Túpac Amaru II y Micaela Bastidas) «A sólo dos días de firmada la sentencia de muerte dictaminada por el despiadado visitador José Antonio de Areche, Micaela Bastidas Puyucahua, Túpac Amaru II, su hijo mayor Hipólito, varios miembros de sus familias y todos los rebeldes detenidos fueron ejecutados [en la Plaza de Armas del Cusco] —relata el escritor peruano Bruno Pólack en su obra titulada Mujeres que forjaron el Perú—. Esa mañana del 18 de mayo de 1781 fue triste y mortecina.... »Hipólito Condorcanqui Bastidas, de veinte años, fue el primero en ser ejecutado... frente a sus padres y su hermano pequeño, Fernando.... El grito de horror de Micaela Bastidas fue tal que tuvieron que colocarle una mordaza para silenciarla.... Luego subió Micaela al patíbulo y, al lado de su hijo muerto, pudo ver la mirada de rabia de su esposo y la atónita mirada de su hijo menor, al cual... obligaron a presenciar la muerte de toda su familia.... A nuestra indómita heroína, con la cabeza en alto sin someterse ante [las] torturas, [los españoles] la mataron furiosamente a patadas y puñetes.... »Se hizo esto como escarmiento y para amedrentar a los que intentaran desobedecer, sin saber que el resultado sería exactamente lo contrario. Nunca como en ese momento de nuestra historia colonial fueron tantas las manifestaciones de libertad de nuestro propio pueblo.... La sangre que estaban derramando nuestros héroes en la plaza del Cusco regaba el deseo de libertad en toda la población andina. El sacrificio de Micaela Bastidas y Túpac Amaru, con el mismo brillo y valentía, prendió con rapidez en sus corazones.»1 De ahí que su compatriota, el historiador y catedrático Atilio Sivirichi Tapia, escribiera los siguientes versos... con los que rinde tan merecido homenaje a Micaela: Mientras el Caudillo sublevaba a los pueblos             del Alto Perú, la Argentina y Chile, su esposa Micaela Bastidas Puyucawa             dirigía la Revolución en el Cusco. Mujer india, a caballo recorrió todas las provincias....             [y] se convirtió en la JUANA DE ARCO DEL PERÚ. ¡VALEROSA!, encarnación del indomable             genio de la mujer Americana. ¡GUERRILLERA!, luchó con el fusil en la mano             a la cabeza de sus huestes. ¡PATRICIA!, sacrificó su juventud, su vida,             en aras del ideal emancipador. ¡HEROÍNA!, luchó hasta caer prisionera             en manos de los dominadores. ¡MÁRTIR!, prototipo de la abnegación:             sufrió tormentos sin derramar lágrimas. Fue decapitada y descuartizada en la Plaza del Cusco,             SÍMBOLO DE LA MUJER PERUANA.2 Quiera Dios que así como la sangre que derramaron aquellos héroes en la Plaza de Cusco, esa mañana mortecina, regó el deseo de libertad física en toda la población andina, así también la sangre que derramó Jesucristo en el Monte Calvario, hace ya dos mil años, riegue en nosotros un deseo tan arduo de libertad espiritual que determinemos conocer la verdad con que Cristo nos hizo verdaderamente libres y que, conforme a lo que nos enseña San Pablo, nos mantengamos firmes en esa libertad y jamás la abandonemos.3 Carlos Rey Un Mensaje a la Conciencia www.conciencia.net 1 Bruno Pólack, «Micaela Bastidas: “La primera mujer independentista de América (1780-1781)”, Mujeres que forjaron el Perú, Bicentenario: Colección Perú 1821-2021 (Lima: Editorial Planeta Perú, 2018; Edición Digital, 2020), Loc. 730. 2 Atilio Sivirichi Tapia, «El apocalipsis de José Gabriel Condorcanqui», en César A. Ángeles Caballero, Túpac Amaru y Micaela Bastidas en la poesía peruana, Comi
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Published 06/21/24
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