El blanco puede ser dulce en los campos de caña o salado en las salinas; cálido en los desiertos y muy frío en la Antártida; sofisticado en Suiza o ancestral en Etiopía...
El verde nos inspira viajes a la selva, a playas de arena verde, a las teterías de Melilla, a la dehesa onubense o al Círculo Polar Ártico, para intentar ver auroras boreales