552. La pedida de mano (Dinamarca)
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Juan David Betancur [email protected] Había una vez una pareja de ancianos que tenían una hija muy bella que era la admiración de todos en el pueblo y además ya tenia la edad para casarse y tener hijos. Un día un joven de muy buena familia y rica llego a la puerta de la casa y pregunto si podía pedir la mano de la joven.    La madre de la joven inmediatamente lo hizo pasar a la casa y mando a la hija a la bodega para que le trajera un jarro de cerveza.    La muchacha obediente fue corriendo donde estaban los toneles de cerveza y abriendo el grifo comenzó a llenar el jarrón con la cereza. Mientras esto hacia la joven comenzó a pensar. Si este joven guapo, de buena familia y rico pide mi mano y mis padres lo aceptan yo tendré que casarme con el. Ahora si me caso con el y quedo embarazada llegare a tener un hijo. Y si tengo un hijo este querrá salir a jugar con otros niños y si mi futuro hijo esta jugando con los otros niños y alguno lo hace caer se podrá golpear en la cabeza. Y si se golpea en la cabeza y se hace daño que medicina le podre dar.    Mientras esto pensaba el grifo de los toneles de cerveza seguía vertiendo el liquido en el jarro de la cerveza, pero la joven distraída en sus pensamientos no se daba cuenta que esto estaba sucediendo y la cerveza comenzó a derramarse y a caer en el piso y la joven seguía pensando y cavilando sobre sus preocupaciones con el futuro y su hijo.    Mientras tanto en el piso de arriba de la bodega la madre seguía estableciendo una charla con el joven tratando de identificar sus intensiones con su hija. Finalmente después de un tiempo enorme la madre al notar que su hija no regresaba se levanto y bajo las escaleras de la bodega y vio a su hija sentada con las cerveza derramada en el piso y ya llegándole a los tobillos    -¿Qué estás haciendo sentada aquí abajo? ¡Date prisa! Mira que la cerveza se esta derramando en el piso.  -Ay, madre -respondió la muchacha. Estoy sentada aquí porque hay algo que me atormenta: Si este joven guapo, de buena familia y rico pide mi mano y ustedes lo aceptan yo tendré que casarme con el. Ahora si me caso con el y quedo embarazada llegare a tener un hijo. Y si tengo un hijo este querrá salir a jugar con otros niños y si mi futuro hijo esta jugando con los otros niños y alguno lo hace caer se podrá golpear en la cabeza. Y si se golpea en la cabeza y se hace daño que medicina le podre dar.  -Tienes razón: ¿qué medicina le darás? -se preguntó la ma­dre sentándose junto a su hija. Y ambas se quedaron allí, sin pa­rar de pensar, manteniendo el jarro bajo el grifo mientras la cerveza seguía derramándose.  En la habitación de arriba, el padre se cansó de esperar a las dos mujeres y bajó corriendo a la bodega para hacerlas subir. En cuanto las vio, gritó encolerizado: -¿Qué estáis haciendo sentadas aquí abajo? ¡Daos prisa! -Ay, esposo mío -respondió la mujer-. Estamos aquí senta­das porque hay algo que nos atormenta: Si este joven guapo, de buena familia y rico pide la mano de nuestra hija  nosotros lo aceptamos ella tendrá que casarse con. Ahora si ella se casa con el y queda embarazada llegara a tener un hijo. Y si tiene  un hijo este deseara  salir a jugar con otros niños y si nuestro futuro nieto  esta jugando con los otros niños y alguno lo hace caer se podrá golpear en la cabeza. Y si se golpea en la cabeza y se hace daño que medicina se le podrá dar.    -Tienes razón: ¿qué medicina le daremos -observó el hombre y también él se sentó junto a las dos mujeres. Y se quedaron allí, sentados los tres, sin parar de pensar, mientras que la garrafa se­guía bajo el grifo del barril. Y la cerveza se derramaba y siguió derramándose hasta que les llegó hasta la cintura. El preten­diente, en la habitación de arriba, se
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