Rodrigo, pensativo durante un tiempo, ha decidido tomar la espada para vengar la muerte de su padre.

Un acontecimiento feliz descrito minuciosamente, hasta las ropas que usaron los esposos. Hasta los enemigos olvidan las rencillas para asistir a las bodas de Rodrigo y Jimena.

El Cid habla al rey con palabras tan fuertes que impresionan a don Alfonso, quien lo destierra.

El Cid vuelve victorioso, ha vencido a los moros de Valencia. Ahora que vuelve está dispuesto a otorgar tierras suyas, a pesar de que a él lo hayan desterrado el rey Alfonso.

El rey le propone al Cid ir a Cuenca, pero el Cid le responde que debería cuidar sus propias tierras antes de lanzarse sobre otras.

Rodrigo se enfrenta con el moro Abdalla, que se defiende con valentía. El Cid le corta la cabeza.

Rodeado por amigos y seres queridos, el Cid da unas palabras y expresa sus últimos deseos.

Llora toda Castilla el destierro del Cid, que pasa penurias monetarias. Sin embargo, consigue algún préstamo y reflexiona sobre el futuro que vendrá.

Doña Urraca reclama al Cid que no se hubiese casado con ella.