La oración cristiana llega a la quietud, pero a la quietud del encuentro con Nuestro Señor, trayendo a la mente y al corazón las enseñanzas de Jesús. La oración es en Cristo, por Cristo y para Cristo.
La felicidad la buscamos todos. Para ser felices debemos aprender no solo de nuestra vida sino de quienes nos rodean y de la constancia en hacer el bien.