La naturaleza profunda de la división está en el pecado. La vida cristiana empieza por reconocer que somos pecadores y que necesitamos unirnos a Jesús para que nuestra vida cambie.
Nuestro Señor no es solo un modelo a seguir porque no somos salvos por imitar lo que Él hizo, somos salvos por su sacrificio y resurrección al dársele la plenitud de su gloria y majestad más allá de la muerte.