Cordelia implora por drones miniaturas que entren a los cuerpos e inyecten células de la alegría. Se les está pasando el tiempo y no hacen nada. Se escuchan sirenas y mucho ruido. Ruido como nunca.

Cordelia realiza una inesperada confesión. 

Aparece Jaime, hermano de Sara, con una idea para hacer en esas supuestas últimas horas de su existencia. Sara se burla de la idea, a Cordelia le parece sensacional.

Las amigas se cuestionan cómo será el final. Cordelia asegura que será algo muy creativo. A Sara se le ocurre una gran idea para hacer en los últimos momentos de su vida, en dado caso que la noticia sea verdad.

Cordelia asegura que el amor no existe, que es un engaño colectivo. Sara no quiere creer en lo que todos creen y asegura que la supuesta noticia del fin del mundo ha de ser una simulación organizada por la ONU.

Frente a ellas siguen sucediendo eventos apocalípticos: Hay parejas teniendo sexo en los jardínes. Un vaquero sólo con una gabardina y portando un cartel que dice “Haz el amor no la guerra”. Un sacerdote con una encomienda especial. Sara tiene esperanza de que al menos dos células sobrevivan.

Cordelia reconoce que no tiene nada mejor que hacer, más que esperar, aunque preferiría estar cogiendo con algún modelo tahitiano. Sara sigue sin creer, aunque pregunta si habrá alguna información especial para clientes VIP.

Sara reconoce que nunca había pensado en su muerte, no cree en la noticia porque no ha recibido ni el mail, ni ningún mensaje de sus amigas. Aparece un voceador vendiendo el último periódico en la historia del planeta; el que anuncia el fin del mundo. 

Cordelia y Sara se encuentran en la parada del camión de un campus universitario. Mientras esperan, Cordelia le informa a su amiga que ha recibido un mail oficial del gobierno en donde le avisan que al día siguiente es el fin del mundo. Sara no le cree. Eventos extraños suceden frente a ellas.

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